miércoles, 26 de septiembre de 2012

La excusa de la obediencia debida


He visto policías aporreando a indefensos ciudadanos por ejercer su derecho a manifestarse.

He visto a un policía ensañarse con un detenido y meterle los dedos en el ojo sin ningún motivo. Y a otro policía pisar la mano a un detenido cuando ya estaba inmovilizado. En ambos casos, sin necesidad, sólo por puro ensañamiento.

He visto policías actuar sin identificación (de uniforme y sin uniforme). Y he visto cómo han agredido a un ciudadano simplemente por pedirles el número de su placa, y no se lo han dado, pese a estar obligados a ello. Esto me hace pensar si realmente son policías o son unos incontrolados camuflados.

He visto a policías de uniforme detener a policías infiltrados. Y me gustaría que alguien me lo aclare: ¿los detenían por alborotadores? Porque, si es así, está claro que los policías infiltrados estaban provocando. ¿O es que los de uniforme detenían a manifestantes pacíficos? Porque, si es así, está claro que los policías de uniforme estaban provocando. A mí no se me ocurre una tercera explicación.

He visto a policía agredir a informadores, conculcando así uno de los derechos más sagrados: la libertad de información. Es evidente que, quien así actúa, lo hace porque le molesta que se sepa lo que está haciendo, porque es consciente de su iniquidad.

He oído decir que han cargado contra los manifestantes porque había entre ellos algunos violentos. Y eso me parece una falta total de profesionalidad. La labor de la policía es detener a quien infringe la ley y defender a quienes actúan dentro de la legalidad, como eran la mayoría de los manifestantes. Es como pretender que, ante un asesinato, se condene a toda la comunidad de vecinos en la que vive el asesino. Desde luego, es mucho más fácil que investigar quién es el culpable, pero es algo inaceptable. Como las cargas indiscriminadas.

He visto a un policía detener a una persona por leer la Constitución. Está claro que, cuando se está por saltarse la ley, molesta que te la recuerden.

He oído a los sindicatos policiales y a los responsables políticos defender todas esas arbitrariedades e incluso jactarse de ellas. Y eso es aún más grave cuando proviene de unos representantes políticos falsarios, que han llegado al poder mintiendo, con falsas promesas, con un programa que han incumplido desde el primer momento, pese a lo cual se niegan a devolver la soberanía al pueblo que cayó en su engaño. Y una policía que, con la excusa de la obediencia debida, recibe órdenes de quien sea, aun a sabiendas de su ilegitimidad. Y, lo que es aún más grave, se jacta de sus actuaciones, cuando debería avergonzarse de ellas.

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