viernes, 12 de abril de 2013

Emilio Hellín: de asesino a asesor

Emilio Hellín Moro es un nombre que sólo con oírlo me causa escalofríos. Un asesino frío, sin escrúpulos que fue capaz de matar a una joven de 19 años cuyos únicos delitos eran los de ser vasca, ser mujer y querer que la democracia se asentase en nuestro país.

Yolanda era una joven tímida y trabajadora. Tuve la suerte de conocerla y colaborar con ella en su barrio de Deusto en diferentes actividades culturales, en las que ella se implicaba como la que más. Y tuve que llorar su asesinato.

La vida pasa y, querámoslo o no, las cosas y las personas con las que perdemos el contacto, se van olvidando. Pero de repente pueden volver a nuestra memoria y pueden hacernos revivir hechos dolorosos.

El otro día, cuando leí en "El País" que Emilio Hellín Moro se había convertido en asesor de diferentes cuerpos policiales, entre ellos la Ertzaintza, una profunda indignación recorrió todo mi cuerpo. Indignación que se acrecentó al leer el historial carcelario del sujeto. Condenado a 43 años de cárcel, a los 10 meses se fugó junto con un grupo de presos comunes, pero fue detenido a las pocas horas.

Un tiempo después volvió a intentar fugarse durante un traslado de la cárcel de Herrera de la Mancha a la de Cartagena, pero no lo consiguió. Pese a todo y a estar clasificado como preso peligroso, estando en la cárcel de Zamora, el juez de vigilancia penitenciaria de Valladolid, José Donato, le concedió un permiso de seis días (hay que decir que era el cuarto permiso que se le concedía, a pesar de sus antecedentes). Pues Hellín lo aprovechó para fugarse a Paraguay donde, bajo la protección del régimen ultraderechista Alfredo Stroessner, estuvo tres años e incluso montó su propio negocio, asesorando a las fuerzas armadas y policiales paraguayas en temas de su especialidad, como el control de conversaciones telefónicas. Un periodista de "Interviu" lo localizó y consiguió que lo detuviese la Interpol, extraditándolo finalmente a España.

Condenado a 43 años en 1982, 14 años después ya se encontraba en libertad, pese a los años que había estado huido. Precisamente, en 1996 se cambia el nombre por el de Luis Enrique, algo que le concede el Registro Civil de Madrid sin que haya ningún motivo para ello, pese a que el cambio de nombre necesita argumentar motivos de algún tipo. Y en algunos de sus documentos añade una g al final de su apellido, presentándose como Luis Enrique Helling. No tengo ninguna prueba para ello, pero me atrevería a afirmar que los años que pasó en la cárcel recibió un trato de favor. No en vano en el asesinato aparecieron implicados no solo miembros de la extrema derecha, concretamente de Fuerza Nueva, sino de los Cuerpos de Seguridad del Estado..

Considero que todo el mundo tiene derecho a reinsertarse, pero estamos exigiendo que los miembros de ETA pidan perdón por sus crímenes; estamos aplicando doctrinas dudosamente legales para prolongar sus estancias en la cárcel y nos encontramos con la historia de este asesino convicto y confeso, que a todas luces no ha pagado por su crimen y tiene la desfachatez de montar una empresa que trabaja para las fuerzas policiales. Y a pesar de todos los pesares nos lo volvemos a encontrar, como un fantasma del pasado, trabajando para las fuerzas de seguridad y cobrando de todos los españoles, de toda la sociedad con la que, según mi opinión, sigue teniendo una deuda.

Quien quiera más información puede encontrarla en http://yolglez.wordpress.com/, donde también puede encontrar enlaces para páginas en las que firmar para que este asesino no siga a sueldo de todos los españoles.

viernes, 18 de enero de 2013

Todos a la cárcel

El título de esta película de Berlanga es lo primero que me viene a la cabeza estos últimos días, cada vez que veo los informativos.

Hoy no me resisto a escribirlo, a dejar constancia de mi indignación. Según escucho, el popular Bárcenas (popular sobre todo entre los que recibían sus sobres cada mes), repartía dinero a mansalva entre altos cargos de su partido. Cantidades que oscilaban entre 5.000 y 15.000 euros al mes (dicen que esta última cifra sólo la recibía una persona; me vienen varios nombres a la cabeza, pero por el momento, prefiero que sigan ahí).

Ahora todos sus compañeros de partido niegan ser parte de ese latrocinio, de ese reparto que, según se dice, provenía de las comisiones ilegales que se cobraban por adjudicaciones de obras y servicios públicos y  que luego Bárcenas repartía según un criterio ignoto para quien esto escribe pero que me permito sospechar que no sería el propio tesorero el que decidiese el reparto, sino alguien que estuviese por encima suyo en el escalafón del partido.

Es curioso también que Bárcenas, del que ahora muchos reniegan y dicen que hace dos años que no ocupa ya ese puesto, tenga un despacho en la sede de Génova del PP, en el que guarda una documentación que, dicen, es suya y del partido. Y también es curioso que nadie haya ordenado precintar ese despacho para evitar que esa documentación desaparezca, por si alguno de los papeles pudiera incriminar a alguien.

Al principio hacía referencia a "Todos a la cárcel". Pero es que también desconfío de ese título, al enterarme de que la gran mayoría de los indultos que ha promulgado el gobierno en los últimos años han sido a acusados por delitos cuyas víctimas hemos sido todos, es decir, prevaricaciones fundamentalmente. Bueno, hay excepciones, como la reciente del conductor suicida al que se ha indultado y en el que se da la casualidad de que su abogado defensor es compañero del despacho del hijo del ministro de Justicia. La dureza del rostro del ministro llega al punto de que el propio ministro de Interior se haya sentido molesto con el insulto (perdón, el indulto). Espero que, por lo menos, a este indultado no le den también un sueldo de la Administración como en el caso de Carromero.