martes, 4 de marzo de 2014

La crisis estaba preparada desde hace años

Cuando hablamos de la crisis, parece que es algo que aparece de repente, sin que nadie sepa cómo ha sido, y se queda con nosotros, haciéndonos retroceder económicamente y en logros sociales. Pero esto no es así. Como suele oírse gritar en manifestaciones, "esto no es una crisis, es una estafa". Probablemente muchos de quienes esto gritan no sepan lo acertados que están.

Esta es una crisis que el gran capital ha ido preparando durante muchos años. Y lo peor de todo no es que estén consiguiendo sus propósitos. Lo peor es que fuimos nosotros quienes les hemos ido dando la pista del camino a seguir.

En efecto, Karl Marx, en el Manifiesto Comunista terminada diciendo: "Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen en cambio un mundo que ganar".

Eran otros tiempos, en los que, por usar el lenguaje de Marx, las clases dominantes mantenían al proletariado en condiciones próximas a la esclavitud, obteniendo grandes plusvalías de esta fuerza de trabajo y cediendo a la misma lo mínimo imprescindible para su mantenimiento físico, para evitar terminar con la gallina de los huevos de oro. Pero estas clases dominantes tenían un cierto miedo. Bien es verdad que tenían a su merced los medios de represión, que no eran sino otros esclavos a los que se dotaba de un poder ficticio sobre el resto. Pero parte del proletariado empezó a tomar conciencia de clase, a darse cuenta de que sin ellos, los ricos no serían ricos, pues los ricos no trabajaban, sino que se limitaban a quedarse con la mayor parte del beneficio que se obtenía del trabajo del proletariado. Y lo mismo sucedía con el campesinado.

Y así las cosas, en algunos lugares empezaron a triunfar revoluciones cruentas que acabaron con el poder económico, y en muchos casos también con las vidas, de grandes capitalistas. Simplificando mucho el proceso, se puede decir que el gran capital se hace consciente de que algo tiene que cambiar para que nada cambie; se da cuenta de la realidad de lo que decía Marx, de que si el proletariado no tiene nada que perder salvo sus cadenas, es un caldo de cultivo continuo para nuevas revoluciones. El gran capital aprende de su enemigo de clase y prepara una estrategia a largo plazo. La idea es simple: hay que adormecer al proletariado, para que deje de ser potencialmente revolucionario. En suma, hay que acabar con el concepto de proletariado, sustituyéndolo por una especie de clase media, que sí tenga algo que perder y que, además, sea el gran capital el que se lo puede hacer perder si se sale del camino marcado.

Así, durante años, se van haciendo pequeñas concesiones: de tipo social, salarial... El proletariado se difumina. Se conceden créditos cuyos acreedores son los únicos que pueden concederlos. Los que durante siglos han obtenido sus beneficios quitándoselos al proletariado, ahora utilizan parte de ese beneficio para prestárselo, en condiciones muchas veces de usura, a los descendientes de quienes han sido víctimas de su latrocinio. Todos somos felices. El proletariado cree que ya no lo es porque dispone de una serie de comodidades que antes estaban reservadas a los grandes capitalistas y estos han conseguido que, cediendo una pequeña parte de sus beneficios, las posibles revoluciones se hayan convertido en meros tira y afloja por unas décimas más de salario. La paz social se había conseguido. O eso es lo que creía la mayoría.

Pero el capitalismo siempre ha sido codicioso. Nunca ha tenido suficiente. No importa que los grades capitalistas tengan mucho más dinero del que pueden gastar ellos y varias generaciones de sus sucesores. Todavía quieren más. Pero no quieren riesgos. Por eso, como decíamos antes, habían urdido una estrategia a largo plazo.

Ahora el proletariado sí que tiene algo que perder: tiene viviendas, automóviles, hijos estudiando, acceso a servicios públicos como la sanidad... Ha ido consiguiendo una serie de comodidades de las que seguramente no quiere prescindir. Y resulta que el acceso a esas comodidades está en manos del gran capital que es quien le está dando trabajo, quien le ha prestado el dinero que necesita para su vivienda, su negocio, su automóvil... Es por tanto el momento de orquestar la estafa de la crisis. Ahora el gran capital va a recuperar lo que ha ido cediendo. Porque ya no hay una gran masa social potencialmente revolucionaria. Porque ya no vamos a salir a la calle a exigir lo que nos pertenece. Porque nos han inculcado el miedo. Porque nos han dormido.

Ahora se trata de convencernos de que hemos estado "viviendo por encima de nuestras posibilidades" para que volvamos a ceder a los grandes capitalistas lo que durante décadas habíamos ido consiguiendo, para que las plusvalías que obtienen de nuestro trabajo vuelvan a crecer. Y los grandes capitalistas son cada vez más grandes porque los actuales medios de producción permiten que las plusvalías sean mayores. Porque el proletariado ya no se reconoce a sí mismo como clase social. Porque la estrategia les ha salido bien.